Viajar por Italia es descubrir cómo lo simple puede ser sublime. Desde la vitalidad de Roma, con sus plazas vibrantes, hasta los recorridos por la región de Emilia-Romaña, donde nacen algunos de los ingredientes más emblemáticos del país, este destino permite saborear con calma cada experiencia. Bolonia, Módena y Parma son paradas clave para explorar la profundidad de la gastronomía italiana a través de catas guiadas, clases de cocina y visitas a productores locales.
Florencia, en el corazón de la Toscana, combina historia y arte con un ritmo más sereno. La cúpula del Duomo, las obras de la Galería de la Accademia y los paseos por el Ponte Vecchio revelan el esplendor del Renacimiento, mientras que una escapada a Chianti ofrece otra cara del viaje: viñedos abiertos al paisaje, pequeños pueblos de piedra y almuerzos entre colinas donde la cocina se sirve con tiempo y tradición.
En esta ruta no hay prisa. Cada trayecto en tren es parte del viaje: una forma de mirar el país desde la ventana y entender su diversidad sin salir de su coherencia. El norte, más sobrio; el centro, más exuberante; el sur, más cálido. Todo dentro de una identidad compartida.
Y al final, Venecia: ciudad suspendida entre el agua y la historia. Aquí, una cena al borde del canal, una góndola que cruza en silencio o una ronda de cicchetti en un bar tradicional marcan la despedida perfecta.
Italia es un país donde cada jornada puede volverse inolvidable, sin necesidad de grandes gestos, solo con atención al detalle.
Hay experiencias que no se planean, pero se quedan para siempre. Son esos instantes que despiertan algo profundo: una vista que corta el aliento, un silencio que abraza, una sensación que solo ocurre cuando el viaje toca el alma. Aquí, cada lugar tiene su forma única de enamorarte.
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