Todo comienza en la capital. En Atenas, el peso de los siglos se percibe en la piedra del Partenón, en las vistas desde la Acrópolis y en los detalles de los barrios de Plaka y Monastiraki. Calles estrechas, teterías, fachadas vivas y sonidos de la vida cotidiana que contrastan con la inmensidad de los templos. Una ciudad viva, donde el presente convive con la grandeza de su pasado.
Desde ahí, la ruta continúa hacia el Egeo. En ferry o en crucero, navegar entre islas revela otro ritmo. En Santorini, los contrastes entre el blanco de las construcciones y el azul del mar construyen la postal. Mykonos ofrece otra cara: cafés frente al mar, calles animadas, playas amplias y noches que nunca terminan igual. Cada isla tiene su carácter y deja ver la diversidad de Grecia más allá del imaginario turístico.
La cocina acompaña el viaje con ingredientes frescos, recetas sencillas y vinos locales. Viajar en pareja por Grecia es compartir momentos simples que adquieren profundidad en escenarios únicos.
Grecia es un destino que invita a disfrutar juntos del tiempo, de la belleza sin artificios y del valor de lo auténtico.
Hay experiencias que no se planean, pero se quedan para siempre. Son esos instantes que despiertan algo profundo: una vista que corta el aliento, un silencio que abraza, una sensación que solo ocurre cuando el viaje toca el alma. Aquí, cada lugar tiene su forma única de enamorarte.
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