Esta experiencia comienza en Madrid, donde la tradición del tapeo marca el ritmo de la ciudad. Se recorren mercados como San Miguel o Antón Martín, se aprende sobre los orígenes del jamón ibérico, se degustan quesos de oveja curados en bodega y se descubren vinos locales poco conocidos fuera de España. En Valencia, se participa en una clase de cocina para preparar una auténtica paella en una masía, con productos frescos y arroz de denominación de origen.

En Sevilla, las tabernas del barrio de Triana introducen al visitante en la profundidad del gazpacho, las espinacas con garbanzos y los dulces conventuales. En cada bocado hay una historia, y los anfitriones locales ayudan a conectar tradición y contexto. Luego, cruzando la frontera hacia Portugal, Lisboa invita a cambiar de ritmo. Las tascas sirven bacalao de mil maneras, los chefs jóvenes reinterpretan platos antiguos, y los mercados de productores locales se convierten en puntos de encuentro.

En el norte, la ciudad de Oporto despliega su identidad con contundencia: paseos junto al Duero, catas de vino de oporto en antiguas bodegas y restaurantes familiares que preparan la contundente francesinha. La experiencia culmina en el Valle del Duero, con almuerzos en casas rurales rodeadas de viñedos, donde cada copa de vino se marida con platos preparados con ingredientes de temporada y recetas que se han transmitido por generaciones.

Este recorrido permite descubrir dos culturas unidas por el sabor, guiadas por el orgullo de quienes cocinan, producen y comparten.