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Toscana invita a bajar el ritmo. Aquí, lo cotidiano se transforma en especial. Las calles adoquinadas de pueblos como Montepulciano o Pienza ofrecen un recorrido silencioso entre balcones florecidos y pequeñas tiendas donde cada producto tiene una historia. El viaje en pareja se enriquece con los contrastes: una tarde en las termas naturales de Bagno Vignoni o Saturnia, seguida de una cena casera bajo un limonero, con un Brunello que se abre lento, como la conversación.
La región de Chianti es el corazón palpitante de esta ruta. No se trata solo de probar vinos —aunque cada copa cuente con siglos de tradición—, sino de entender la relación profunda entre la tierra y quienes la trabajan. Visitar una bodega familiar permite conocer los ciclos, las técnicas, y a las personas que convierten cada cosecha en algo único. Almorzar entre viñedos, con productos de temporada y aceite de oliva recién prensado, es una forma de honrar la sencillez y el placer compartido.
Desde un alojamiento en el campo, cada día comienza con luz dorada y termina con paisajes que parecen pintados. Los recorridos pueden alternarse: una mañana en bicicleta entre colinas suaves, una tarde explorando Siena o San Gimignano, un anochecer con vistas a los cipreses alineados y el horizonte abierto. Todo está ahí para que la pareja diseñe su propio ritmo, con espacio para lo espontáneo y lo inolvidable.
Ideal para quienes entienden el viaje como un tiempo para volver a mirarse y seguirse conociendo.
Hay lugares que parecen esperarte. Esta sección revela destinos que capturan miradas, invitan a la pausa y despiertan algo profundo. Naturaleza, cultura o magia pura: aquí presentamos experiencias que marcan, rincones únicos que cada semana nos recuerdan por qué vale la pena explorar el mundo con el corazón abierto.
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