Hay viajes que se planean con tiempo y otros que simplemente se necesitan. Este es uno de esos. Mendoza tiene todo para ser el escenario perfecto de una escapada entre amigos: una ruta de bodegas que combina lo mejor del vino argentino, cocina regional con carácter propio y paisajes que parecen diseñados para brindar sin prisa. Desde el primer brindis, todo se alinea: el aire puro de los Andes, el sol templado, las mesas largas y el entusiasmo compartido.

La experiencia recorre algunas de las mejores bodegas de Luján de Cuyo y Valle de Uco. Se empieza con una visita guiada por los viñedos, se aprende sobre el terroir, se conversa con los enólogos y se participa en catas privadas donde el Malbec, el Cabernet Franc o el Torrontés se presentan con toda su expresión. Entre una parada y otra, se almuerza al aire libre, con tablas de quesos y embutidos locales, empanadas recién horneadas o platos preparados al fuego con maridaje perfecto.

Más allá de las catas, hay espacio para vivir el vino desde lo lúdico y lo natural: cabalgatas entre viñedos, caminatas por fincas centenarias, tardes de picnic entre hileras de uvas. Las bodegas boutique ofrecen espacios íntimos, a veces incluso sin señal, donde el tiempo se mide en copas y anécdotas. La combinación de paisajes abiertos, propuestas gastronómicas y el ritmo tranquilo de la región permite que el viaje fluya sin exigencias.